“Mi corazón se expandió”: la historia de Cristina Villalba, la vecina que acompaña a familias con autismo

Desde 2012 es una referente para quienes conviven con esta condición. Fue reconocida por el Concejo Deliberante y asegura que continuará con su misión “hasta el último día” de su vida.

Cuando llega el diagnóstico, la primera reacción suele ser el dolor. Es un duelo que hay que atravesar hasta comprender que lo único necesario es tener “una mirada diferente” para acompañar y ayudar a un hijo dentro del espectro autista.

Así nació un pequeño grupo de WhatsApp que, con el paso del tiempo, se transformó en una verdadera familia. “Yo para muchos soy la tía Cristi”, cuenta emocionada y entre risas Cristina Villalba, una mujer que enfrentó sola lo que la vida le tenía preparado.

Su hijo —que prefiere mantener el anonimato— es el motor de esta cruzada de amor. Gracias a él, Cristina descubrió lo que define como “su lugar en el mundo”: un espacio desde donde aportar solidaridad, escucha y acompañamiento.

En diálogo con NJM, recordó que, cuando recibió el diagnóstico, en Colonia Caroya casi no se hablaba de autismo y predominaban los prejuicios.

En 2008 inició un extenso camino de aprendizaje: leyó libros, artículos periodísticos, tesis e investigaciones científicas, buscando comprender aquello que también atravesaba como madre.

Tiempo después creó un grupo de WhatsApp para sumar a otras mamás en la misma situación y más tarde una página de Facebook a la que bautizaron “Una Mirada Diferente”. El nombre resume el propósito: entender que solo se necesita mirar distinto para acompañar a las personas dentro del espectro.

“Es un desafío porque ¿cómo puedo yo llegar a esa mente que piensa distinto?, entender que podemos llegar a la misma conclusión, pero desde otro lugar, ¿cómo hago yo para salir de mi esquema y poder llegar al esquema de él, de la persona que tengo al frente?”, expresó Cristina, conmovida.

Explicó que la clave está en “la escucha”, pero también en aprender a interpretar silencios, gestos y las distintas formas de comunicación.

—¿El primer impacto para una familia es como un duelo?
Cristina: “Es un duelo muy grande, vos sentís en ese momento que la tierra se abre porque no podés ver que el autismo puede ser otra cosa, no podés entender que puede haber sido diferente, que a vos te tocó esto y en algún momento Dios te va a mostrar por qué”.

Muy creyente, participa de actividades parroquiales como visitas a clínicas para acompañar a personas en sus últimos días. “A mí esto me cambió, esto me humanizó, creo que extendió mi corazón para que puedan estar todos ellos ahí adentro”, subrayó.

Con los años, el grupo fue creciendo. Pasaron de encuentros íntimos a organizar charlas con reconocidos especialistas como el Dr. Leonardo Caracol Farfan o la Dra. Alexia Ratazzi.

Actualmente, se enfocan en acompañar familias con casos más complejos y en difundir el autismo como un tema que invite a la reflexión y al cambio de mirada en la sociedad.

Cristina sueña con recorrer todas las escuelas, al menos una vez al año, para hablarle a las nuevas generaciones. “No necesitamos tener ‘el discurso’, necesitamos llegar al corazón de la gente”, enfatizó.

Aunque aún persisten prejuicios —muchas familias prefieren no contar que uno de sus integrantes está dentro del espectro— la realidad es contundente: uno de cada 36 niños presenta rasgos que se consideran en el diagnóstico.

Un grupo de familias a las que Cristina acompañó, tanto con contención emocional como en complejos trámites burocráticos, elevó una nota al Concejo Deliberante de Colonia Caroya para reconocerla oficialmente. En el escrito, la describieron como alguien que “los ayudó en el desarrollo de sus hijos”, y aseguraron que su gratitud hacia ella es infinita.

Cristina sostiene que, aunque hoy existan equipos interdisciplinarios muy profesionales, “el corazón de una madre siempre busca otra madre”, y eso es lo que ella, sin proponérselo, brinda a quienes la necesitan.

Su último desafío fue capacitarse como acompañante terapéutica para colaborar con familias que no cuentan con recursos ni obra social.

Respecto a su hijo —que se recibió de Licenciado en Ciencias Políticas— lo considera “un milagro”, ya que, tras muchos años de tratamientos, ya no tiene ningún rasgo que lo podría ubicar dentro del espectro autista.

“Voy a seguir hasta el último día de mi vida”, concluyó esta mujer que tiene muy clara su misión y la fuerza necesaria para llevarla adelante.

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