Algunos cobran chauchas y palitos, como los ediles sinsacatenses, y otros están cerca de la línea de pobreza. Claro que todos tienen otras actividades para subsistir. ¿Es correcto que sólo quien tenga otro ingreso pueda ser concejal, o deberían ganar bien para asumir una dedicación exclusiva?

En tiempos donde un político como el presidente Javier Milei impuso el discurso de la “casta”, mientras metió a toda la casta política en su gobierno, se refuerza el rechazo hacia la dirigencia que ocupa distintos cargos de poder.
Pero generalizar siempre tiene consecuencias, porque pagab justos por pecadores.
En nuestra zona hay tres municipios que tienen sus respectivos cuerpos legislativos, con diversas conformaciones políticas, ideológicas y hasta de preparación de cada uno de los integrantes. Desde médicos hasta abogados, farmacéuticos y docentes forman parte de la enorme gama de ediles que tienen bajo su responsabilidad crear el marco legal normativo que regule todo el funcionamiento del municipio.
Deben abordar temas vinculados a la infraestructura urbana, el manejo de los recursos económicos de cada gestión, legislación vial, desarrollo industrial, desarrollo rural, controles bromatológicos, habilitaciones, y hasta cuestiones relacionadas con la educación, la salud y la seguridad.
Ser concejal es una gran responsabilidad para quien se toma su función seriamente. No es un “carguito”, como a muchos les gusta decir despectivamente. Cada tema que se trata merece un estudio en profundidad, con la búsqueda de información, datos o estadísticas que ayuden a tomar la mejor decisión.
El trabajo de los ediles no se reduce a las sesiones ordinarias, sino que también incluye un trabajo en comisión, que son encuentros donde se abordan en detalle cuestiones específicas. Muchas veces, para comprender mejor alguna temática, incluso se consulta a profesionales especializados.
Pero la mejor inspiración que puede tener cualquier concejal es el conocimiento de su ciudad y “caminar la calle”, como se dice: hablar con la gente y recoger todas aquellas inquietudes que merezcan algún tipo de respuesta o intervención estatal.
Lo cierto es que, con salarios que arrancan en $182.000, difícilmente un legislador de nuestra zona pueda dedicarle más que algunas horas a la semana a la ciudad que debe representar. Debe destinar el grueso de su tiempo a generar los recursos económicos que le permitan subsistir.
Sueldos de miseria
Los que peor parte se llevan son los concejales de Sinsacate, que ganan $182.807 de bolsillo. No llegan ni siquiera a la línea de indigencia.
En Colonia Caroya, la situación es un poco mejor, con ingresos de $675.068,36 –a excepción de Matías Roldán, que percibe su sueldo como empleado del municipio y ronda el millón ochocientos mil pesos-.
Esto se debe a que la dieta de los concejales está atada a la de los trabajadores o los intendentes y muchas veces queda anclada y se retrasa con el tiempo.
Por su parte, los concejales de Jesús María se llevan la mejor parte y cobran $1.076.961, casi un 30% más que los de Colonia Caroya.
Durante la gestión de Luis Picat, debido a la pandemia y a una iniciativa del ahora diputado nacional, se redujo el porcentaje del sueldo del intendente que recibían los ediles.
Noticias Jesús María realizó algunas consultas y, en general, todos los concejales coinciden en que sus dietas están “por el piso”, pero, a la vez, argumentan que no cumplen su función por lo que ganan, sino por el compromiso que tienen con cada una de sus respectivas ciudades.
Si no tenés plata, olvidate de ser concejal
Así surge otra arista de este estado de situación: para cualquier persona que no cuente con un ingreso extra sería imposible dedicarse a ser concejal a tiempo completo.
Muchas de las personas que hoy ocupan las bancas son profesionales o vecinos que tienen su vida económicamente solucionada. Esto deja afuera de esa posibilidad a quienes quizás tienen la intención de participar en una instancia tan importante, pero les es imposible hacerlo porque ni siquiera tienen el tiempo necesario debido a sus ocupaciones laborales.
Es un debate que nuestras comunidades deben abordar de cara al futuro.