Recientemente ocurrió un robo en la panadería Blessings. Ante lo ocurrido, la dueña, una joven comerciante escribió una carta abierta para vecinos y autoridades. La damnificada manifestó su preocupación por la creciente ola de robos que afecta a vecinos y comerciantes. Insistió en la necesidad de “unirse” para rescatar a los jóvenes de la droga o el delito. Además, cuestionó al sistema policial .
La damnificada de la panadería Blessings compartió una carta abierta “a la comunidad y autoridades”. La mujer se tomó el tiempo de escribir para poder expresar sus sentimientos, haciendo un llamado de conciencia y unión:
“Soy comerciante de Jesús María y recientemente sufrí un robo en mi panadería, una situación que lamentablemente no es aislada, sino parte de una ola de hechos delictivos que vienen golpeando a nuestra ciudad. No sólo comerciantes estamos siendo afectados: también vecinos de bien, familias enteras que pierden sus pertenencias en la calle o dentro de sus propias casas.
En mi caso, el delincuente entró a las cinco de la madrugada por la puerta trasera del local, que estaba clausurada. Primero desarmó la entrada, entró con casco puesto y en menos de veinte segundos se llevó la cortadora de fiambres. Cincuenta minutos después volvió, ya sin casco y con una mochila. Intentó llevarse varias cosas, pero finalmente se fue con la cafetera, una herramienta fundamental de mi trabajo diario. También revisó heladeras buscando alcohol y se movió con total impunidad, sabiendo que no había control policial ni nada que lo detuviera.
Cuando me enteré, enseguida llamé al 911, y la Policía llegó a los cinco minutos. Pero ¿de qué sirve si un robo se concreta en segundos? Ni las alarmas ni las cámaras alcanzan cuando la respuesta es tan tardía. Para colmo, aunque el delincuente dejó huellas en el lugar, me dijeron que deben enviarlas a Córdoba capital para analizarlas, lo que significa esperar semanas o meses —si es que alguna vez llega la respuesta— mientras yo quedo sin mis máquinas y el ladrón sigue libre.
Soy una comerciante joven, tengo 23 años, y aún sabiendo que la zona era considerada “complicada”, decidí arriesgarme e invertir. Creí en la gente del barrio y abrí mi panadería-cafetería con el deseo de bendecir a la comunidad, dar trabajo y salir adelante con esfuerzo honesto. No me dejé llevar por los prejuicios ni por la mala fama, sino que aposté a construir algo bueno en ese lugar. Por eso duele tanto recibir estas consecuencias. Pero también quiero ser un ejemplo para otros jóvenes: nada es imposible si uno cree en el trabajo honesto y en hacer las cosas bien.
Lo más indignante es que mientras las autoridades anuncian en los medios que refuerzan la seguridad, que habrá más patrullas y más control de cámaras, la realidad es otra: los resultados se ven en una creciente ola de robos. Y si los resultados son más delitos, es porque algo se está haciendo mal. Algo en el sistema policial y judicial no cierra, y todos lo sabemos.
Sin embargo, en medio de lo malo también vi algo bueno: la solidaridad. Apenas se supo lo que me pasó, vecinos y clientes se acercaron, me preguntaron si necesitaba ayuda, me dijeron lo que habían visto y hasta quiénes podrían ser los responsables. La misma gente de bien sabe quiénes son los que roban, pero la impotencia es que cuando se denuncia, no se les da importancia, mientras ellos siguen delinquiendo con total impunidad. Aun así, me sorprendió y me emocionó ver que la comunidad todavía tiene sensibilidad, que no todo está perdido, que muchos están dispuestos a tender una mano.
Eso me confirma algo: el mal avanza cuando la sociedad está dormida, pero el bien siempre tiene la última palabra cuando nos unimos. Hoy más que nunca necesitamos levantar la voz, reforzar el sistema judicial para que haya justicia de verdad y trabajar en serio para rescatar a los jóvenes antes de que se pierdan en la droga o el delito. Y eso no depende solo de la Policía: necesitamos iglesias, instituciones, profesionales y vecinos comprometidos, creyentes o no, pero dispuestos a cambiar un poco la realidad del pueblo.
Porque si no hacemos nada, este ciclo se repite cada vez peor. A veces se calma, pero siempre vuelve. Y no se puede vivir así.
Yo creo en Dios, y aunque alguien no crea, lo que importa es la buena actitud y el compromiso de ser gente de bien, de ayudar y de cambiar la mentalidad. La unión hace la fuerza, y hoy más que nunca necesitamos levantar la voz contra la corrupción y la injusticia, y a favor de la vida, del trabajo y de la esperanza.
Porque vivir con miedo no puede ser normal. Porque los que trabajamos y luchamos cada día merecemos vivir en paz. Porque si nos unimos, sí se puede cambiar…
Estoy buscando con urgencia una cortadora de fiambres y una cafetera, herramientas de trabajo esenciales para el día a día de mi emprendimiento, ya que me las robaron como lo mencioné anteriormente. No puedo comprarlas al contado, así que si alguien tiene precios accesibles, en cuotas o lo más barato posible, sería de gran ayuda y una verdadera solidaridad conmigo como joven empresaria”.