Una imagen en la piel que representa el amor más puro

Jesús María. Bautista tenía 3 años cuando emprendió su viaje al cielo. Su mamá, Sol, decidió tatuarse la imagen de su hijo para tenerlo más cerca. Quiso dar un mensaje de esperanza a todos aquellos papás y mamás que tristemente debieron despedir a sus hijos. “Mientras haya amor, todo se puede”, afirmó.
Despedir a un hijo debe ser uno de los dolores más profundos que un ser humano pueda atravesar. Sólo quienes han pasado por la experiencia están habilitados para hablar de semejante tragedia.
Nuestra historia comienza hace casi cinco meses, cuando Bautista Emiliano, un pequeñito de 3 años, emprendió su viaje al cielo.
Una extraña afección en los huesos, que derivó en una fiebre incontrolable, se lo llevaron impiadosamente.
Desde entonces, Sol Carrizo, su mamá, al igual que su marido y sus otros dos hijos, Benjamín (6) y Valentino (9), tuvieron que atravesar por una verdadera explosión emocional.
El desconcierto, el dolor, la bronca, el desconsuelo, la ausencia. Todo formó parte de ese transitar tortuoso que significó despedir a Bauti.
Pero Sol siempre fue el sostén de la familia, con una fuerza interna que es avasallante, y una valentía propia de una madre que ama profundamente, se dispuso a seguir adelante.
Aunque su casa está llena de fotos de Bautista, reflejando todos los momentos felices que vivieron, ella quiso tenerlo aún más presente.
Por eso decidió hablar con el tatuador Chino Peralta, para que convirtiera en un tatuaje una de sus imágenes preferidas. “Ahí Bauti estaba feliz, en su mejor momento”, contó.
Y así surgió la obra maestra que es la portada de esta nota.
Desde entonces, Sol siente que su hijo la acompaña siempre, que es un angelito que comparte con ella, sus hermanos y su papá, la cotidianidad.
Ella siempre habló francamente con todos y el tema no es un tabú en la casa.
“Nosotros tratamos de darles lo positivo de esto más allá del dolor”, afirmó Sol.
Y añadió: “Lo que quiero compartir con todos los padres es que esto deje de ser un tabú porque los niños, al ser tan chiquitos y al viajar al cielo, pasan a ser ángeles, no tienen pecado alguno”.
Con una claridad que emociona, Sol le pidió a todos aquellos padres que perdieron a sus hijos, que dejen de llorar en un rincón oscuro y que transformen eso que sienten y no los deja avanzar.
Ella encontró refugio en la solidaridad, en ayudar a todo aquel niño que necesite algo. Desde una caja de leche, hasta una silla de ruedas para Enzo, un nene salteño de 4 años que no puede acceder a este importante elemento de ortopedia.
Sol encuentra en los abrazos de sus hijos, el abrazo de Bauti, “ellos tienen la misma piel, los mismos ojos”, aseveró.
Su pérdida fue arrasadora, pero su forma de enfrentarla es conmovedora.
En el fondo de la casa hay un árbol de naranjo y todas las mañanas, un pajarito se pone a cantar a la misma hora, cuando la familia se levanta para comenzar el día. Sin decirlo directamente, Sol cree que quizás es Bauti, que viene a acompañarlos de una manera armoniosa.
Periódicamente, ella junto a sus otros dos hijos, lanzan globos al cielo, para que lleguen bien alto, donde seguro está ese pequeño que se fue antes de tiempo, pero dejó una enseñanza enorme.
Pedido
Bautista sufría de Artritis Idiopática Juvenil Sistémica, una extraña afección que derivó en el Síndrome de Activación Macrofágica, lo que generó una fiebre incontrolable.
Sol pidió que las autoridades tengan en cuenta invertir en la tecnología y las terapias necesarias para tratar ambas afecciones, que son muy peligrosas.
Hay pocos especialistas en el tema.
Informa audiovisual: CanalCoop
12—08-21