Robo millonario en una panadería y regreso inesperado

Ocurrió en la madrugada del domingo, cerca de las 5.20 en la panadería Blessings. Un ladrón rompió una de las puertas y se robó una máquina para cortar fiambres. La policía controló el lugar pero el ladrón volvió a ingresar, para buscar una ganzúa que había olvidado. Además, volvió a robar una cafetera. La dueña del comercio escribió una carta abierta a la comunidad y autoridades.

La panadería “Blessings“, ubicada en la intersección de calle Paso de los Andes y calle 40, fue punto de un audaz robo durante la madrugada del domingo, alrededor de las 5:20. Según la dueña del local, un delincuente ingresó al negocio rompiendo la puerta y rejas traseras y se llevó una máquina de cortar fiambres.

En un giro inesperado, el ladrón olvidó la ganzúa utilizada para forzar la puerta. A pesar de la presencia policial en el lugar, el delincuente regresó una hora después para recuperar su herramienta, intentó cargar una balanza pero terminó optando por una cafetera.

El robo le ocasionó pérdidas por un millón de pesos en menos de 55 minutos. Ante los robos consecutivos en la zona, los comerciantes preocupados han pensado en cerrar sus comercios.

La dueña de la panadería expresó su frustración ante la situación y reveló que algunos comerciantes están considerando abandonar sus puestos debido a la impunidad y la delincuencia en la zona. Además expresó su consternación ante este suceso en una carta abierta:

Soy comerciante de Jesús María y recientemente sufrí un robo en mi panadería, una situación que lamentablemente no es aislada, sino parte de una ola de hechos delictivos que vienen golpeando a nuestra ciudad. No solo comerciantes estamos siendo afectados: también vecinos de bien, familias enteras que pierden sus pertenencias en la calle o dentro de sus propias casas.

En mi caso, el delincuente entró a las cinco de la madrugada por la puerta trasera del local, que estaba clausurada. Primero desarmó la entrada, entró con casco puesto y en menos de veinte segundos se llevó la cortadora de fiambres. Cincuenta minutos después volvió, ya sin casco y con una mochila. Intentó llevarse varias cosas, pero finalmente se fue con la cafetera, una herramienta fundamental de mi trabajo diario. También revisó heladeras buscando alcohol y se movió con total impunidad, sabiendo que no había control policial ni nada que lo detuviera.

Yo me enteré recién a la mañana, a eso de las 8:30, cuando revisé las cámaras antes de abrir mi local. Enseguida llamé al 911, y la Policía llegó a los cinco minutos. Pero ¿de qué sirve si un robo se concreta en segundos? Ni las alarmas ni las cámaras alcanzan cuando la respuesta es tan tardía. Para colmo, aunque el delincuente dejó huellas en el lugar, me dijeron que deben enviarlas a Córdoba capital para analizarlas, lo que significa esperar semanas o meses —si es que alguna vez llega la respuesta— mientras yo quedo sin mis máquinas y el ladrón sigue libre.

“Soy una comerciante joven, tengo 23 años, y aún sabiendo que la zona era considerada “complicada”, decidí arriesgarme e invertir. Creí en la gente del barrio y abrí mi panadería-cafetería con el deseo de bendecir a la comunidad, dar trabajo y salir adelante con esfuerzo honesto. No me dejé llevar por los prejuicios ni por la mala fama, sino que aposté a construir algo bueno en ese lugar. Por eso duele tanto recibir estas consecuencias. Pero también quiero ser un ejemplo para otros jóvenes: nada es imposible si uno cree en el trabajo honesto y en hacer las cosas bien.

Lo más indignante es que mientras las autoridades anuncian en los medios que refuerzan la seguridad, que habrá más patrullas y más control de cámaras, la realidad es otra: los resultados se ven en una creciente ola de robos. Y si los resultados son más delitos, es porque algo se está haciendo mal. Algo en el sistema policial y judicial no cierra, y todos lo sabemos.

Sin embargo, en medio de lo malo también vi algo bueno: la solidaridad. Apenas se supo lo que me pasó, vecinos y clientes se acercaron, me preguntaron si necesitaba ayuda, me dijeron lo que habían visto y hasta quiénes podrían ser los responsables. La misma gente de bien sabe quiénes son los que roban, pero la impotencia es que cuando se denuncia, no se les da importancia, mientras ellos siguen delinquiendo con total impunidad. Aun así, me sorprendió y me emocionó ver que la comunidad todavía tiene sensibilidad, que no todo está perdido, que muchos están dispuestos a tender una mano.

Eso me confirma algo: el mal avanza cuando la sociedad está dormida, pero el bien siempre tiene la última palabra cuando nos unimos. Hoy más que nunca necesitamos levantar la voz, reforzar el sistema judicial para que haya justicia de verdad y trabajar en serio para rescatar a los jóvenes antes de que se pierdan en la droga o el delito. Y eso no depende solo de la Policía: necesitamos iglesias, instituciones, profesionales y vecinos comprometidos, creyentes o no, pero dispuestos a cambiar un poco la realidad del pueblo.

Porque si no hacemos nada, este ciclo se repite cada vez peor. A veces se calma, pero siempre vuelve. Y no se puede vivir así.

Yo creo en Dios, y aunque alguien no crea, lo que importa es la buena actitud y el compromiso de ser gente de bien, de ayudar y de cambiar la mentalidad. La unión hace la fuerza, y hoy más que nunca necesitamos levantar la voz contra la corrupción y la injusticia, y a favor de la vida, del trabajo y de la esperanza.

Porque vivir con miedo no puede ser normal. Porque los que trabajamos y luchamos cada día merecemos vivir en paz. Porque si nos unimos, sí se puede cambiar…

Estoy buscando con urgencia una cortadora de fiambres y una cafetera, herramientas de trabajo esenciales para el día a día de mi emprendimiento, ya que me las robaron como lo mencioné anteriormente. No puedo comprarlas al contado, así que si alguien tiene precios accesibles, en cuotas o lo más barato posible, sería de gran ayuda y una verdadera solidaridad conmigo como joven empresaria” .

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